miércoles, 6 de marzo de 2013

Cernuda. Ocnos


-Era la música fundamental, anterior y superior  a quienes la descubren e interpretan, como la fuente de quien el rio y aun el mar solo son formas tangibles y limitadas.

-hoy creo comprender lo que entonces no comprendía: cómo aquel reducido espacio del invernadero, atmósfera lacustre y dudosa donde acaso habitaban criaturas invisibles, era  para mi imagen perfecta de un edén, sugerido en aroma, en penumbra y en agua, como en aquel verso gongorino: verde calle, luz tierna, cristal frio.

-opopanax: mirra

-llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza (No sé si expreso bien esto).

-he visto cómo las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar.

-Qué grato en la dejadez del mediodía estival, en la sombra del ambiente, balancearse sobre la mecedora de rejilla

-pejerreyes-

-Aquellas páginas (de mitología)te revelaron un mundo donde la poesía, vivificándolo como la llama al leño, transmutaba lo real. Qué triste te pareció entonces tu propia religión

-Aunque al lado no tuvieses a alguien para advertirte del riesgo que así corrias, guiando la vida, instintivamente, conforme a una realidad visible para la mayoría, y a la nostalgia de una armonía espiritual y corpórea rota y desterrada siglos atrás de entre las gentes.

-en las largas tardes de verano, ya regadas las puertas ya pasado el vendedor de jazmines, aparecían ellos, solos a veces, emparejados casi siempre. Iban vestidos con blanca chaqueta almidonada, ceñido pantalón negro de alpaca, zapatos rechinantes como cantar de grillos y en la cabeza una gorrilla ladeada que dejaba escapar algún rizo negro o rubio. Se contoneaban con gracia felina, ufanos de algo que solo ellos conocían, pareciendo guardarlo secreto, aunque el placer que ese secreto hallaban desbordaba a pesar de ellos sobre la gente.

-flotaba un aire limpio y como no respirado por otros todavía, trayendo consigo también algo de aquella misma sensación de lo inusitado, de la sorpresa, que embargaba el alma del niño y despertaba en él un gozo callado, desinteresado y hondo. Un gozo que ni los de la inteligencia luego, ni siquiera los del sexo, pudieron igualar ni recordárselo.

-estaba borracho de vida, y no lo sabía; estaba vivo como pocos, como sólo el poeta puede y saber estarlo.

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