jueves, 22 de agosto de 2013

Azorín. Antonio Azorin

-bernegal
-atanor
-un espejo roto, un velón, una careta de colmenero
-melones reverendos, gualdos membrillos, manojos de hierbas olorosas
-acrídido misterioso
-bodegones de Abelardo Parrilla
-cuadros antiguos -que, como están completamente negros, es de suponer que no son malos-
-las cigarras son graves, sacerdotales, dogmáticas, hieráticas
-resignación casi agresiva -y pase la antítesis-
-retesados alfajores
-Nietzsche, Schopenhauer, Stirner -dice el obispo de Orihuela- son los bellos libros de caballerías de hogaño
-el obispo dice: "estos limoncillos son exquisitos; me los mandan de Segorbe una buenas religiosas, que son peritísimas en confitarlos"
-la naturaleza es ciega e indiferente al placer y al dolor
-calle de terreras vientas
-seamos sencillos: declaremos modestamente nuestra incompetencia

domingo, 4 de agosto de 2013

Gil-Albert (Vibración de estío)

-su alma, siempre en éxtasis de sensaciones bellas, sangraba o se recogía temerosa ante el torbellino utilitario y banal del siglo
-tenía el joven señor artista una belleza fina que las gentes incultas encontraban afeminada
-la mayor de su belleza, en sus manos. Manos de príncipe artista. Aquellas manos que Clouet pintó en el maravilloso retrato de Carlos de Valois
-¿intentaba bromear en un exceso de confianza, tan frecuente en ciertas gentes lugareñas?
-repitiéndose siempre todo salpicado de interjecciones fantásticas, desviándose de lo esencial en largos rodeos de contadora de pueblo
-él la despedía quieto en el jardín, los pies sobre  unas hierbas suaves
-los almendros, irreales de tacto y de color, como una gasa muy fina que una deidad abandonara en la huida
-del quicio de la puerta levantose perezosamente un lebrel melado
-esa encantadora sencillez de las mujeres de mundo, que encuentran un arcano de temas y motivos en las fruslerías más vanas.
-a los estetas modernos lanzaré yo este grito innovador: la verdadera Belleza reside en la vejez
-y la felicidad de nuestro siglo era algo distinto, hecho de negocios, de ajetreo, de bullicio. Y el mismo había de luchar por ese ideal que no era el suyo, la triste ironía, en un constante ir y venir, de viajes, de carreras, de preocupaciones mercantiles, recogiendo como premio a sus impulsos un bienestar aburguesado, un automóvil con marca americana y una selección de amistades interesándose al dancing y al boxeo. Una tristeza del porvenir le invadía el alma.
-qué prematuros abatimientos de ánimo ante ese bailable de envidias, de ataques y hasta de burlas
-libro de Miró, fina ampolleta de vidrio fenicio
-el reloj salido y redondo, una campanita sin temple de liturgia
-se quedaba pasmándose el pobre crío de los arreos patricios
-se desbordaba la palabrería levantina del zagal
-avergonzándose ante el joven señor tan fino, que casi semejaba carne de mujer
-la lectura de un libro de acción novelesca y bella, mientras ellas bordaban palmas y racimos sobre un paño de altar, y esos otros momentos más sabrosos de íntimo encanto, porque nadie los premeditó, que llegan con las horas, nos sumergen en un baño plácido y cuando ya pasaron no acertamos a reconstruirlos porque están hechos de nada...y de tantas cosas
-le formaban un corroe una teoría de vírgenes casaderas
-recibiendo aquel ardor rudo y sensual de palabrería se reían las doncellas de la Baronesa
-tenía una belleza jerárquica
-empalidecida del ábside tomaba el sol una lagartija de orfebrería
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