domingo, 24 de febrero de 2013

J.J. Rousseau confesiones VIII


-A Dios gracias, he salido de esta tercera y penosa confesión. Si me quedaran
muchas que hacer semejantes a ésta, abandonaría el trabajo comenzado.

Vuelve a Annecy pero la señora Warens se había ido a París.
Se autoescarnece y eso de algunmodo le complace.

¡Quién había de decirme que no las vería más en la vida, y que allí morirían nuestros efímeros amores!
Quizá he gozado yo más en mis amores terminados con un beso en la mano, que vosotros en los vuestros, al comenzarlos, al menos, por allí.

Cierta señora de Épagny decía que el último favor para él era besar a una mujer en la rodilla.(¿Esta idea la toma Rohmer para su película…ambientada en Annecy?)

Viaje a Friburgo a acompañar a Mercenet, otra de las chicas que estaban con la señora Warens. Luego se va  a Lausanne a ver el lago. Relato del mesonero bondadoso de Lausanne que no le cobra nada por una excelente comida.

La estructura es de novela picaresca.
Tengo presente también que cuando me hallé cerca de Lyon, me dieron impulsos de continuar el camino hasta las márgenes del Lignon, pues, entre las novelas que había leído con mi padre, figuraba la Astrea, y era la que venía más a menudo a mi memoria

El vicio al que se refiere se supone es la masturbación.

El clérigo  que quiere que lo acoge en su casa pero quiere sodomizarlo ( estancia en Lyon)

El antonino Rolichon le ofrece en Lyon copiar partituras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario