domingo, 10 de febrero de 2013

J.J. Rousseau IV

-Ciertamente no cuesta tanto confesar lo -criminal como lo vergonzoso y  ridículo.

-Frecuentemente he sudado a chorros persiguiendo a la carrera o a pedradas a un gallo, a una vaca, a un perro, a un animal cualquiera que atormenta a otro sólo por sentirse más fuerte.

-Todo me asusta y desanima. El vuelo de una mosca me asusta. Alarma mi pereza tener que hacer un gesto o
decir una palabra. El temor y la vergüenza me dominan basta el extremo de que quisiera
hacerme invisible a todo el mundo. Si conviene obrar, no sé qué hacer; si hablar, no sé qué
decir; si me miran, me turbo. Apasionado, doy a veces con lo que debo decir, pero, en la
conversación ordinaria, no encuentro absolutamente nada que decir; me es insoportable por
el mero techo de que me obliga a hablar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario