jueves, 14 de febrero de 2013

J.J. Rousseau V


-La suerte fue tan favorable a mis púdicos instintos, que a los treinta años aún no había
pasado los ojos por ninguno de esos peligrosos libros que una elegante mujer de mundo
encuentra incómodos porque sólo pueden leerse con una mano.

-Este cariño por los objetos imaginarios y
la facilidad de embeberme en ellos acabaron de disgustarme de cuanto me rodeaba y
determinaron este amor a la soledad, que desde entonces jamás me ha abandonado.

-En el seno de mi religión, de mi patria, mi familia y mis amigos, habría vivido tranquila y dulcemente, cual convenía a mí
carácter, en la monotonía de una ocupación grata y de una sociedad propia para mi corazón.
Habría sido buen cristiano, buen ciudadano. Buen padre de familia, buen artesano; en
resumen: un hombre de bien. Hubiera vivido satisfecho de mi profesión, quizá le hubiera
hecho honor y, al final de una vida oscura y sencilla, pero dulce y uniforme, hubiera muerto
en paz, rodeado de mis deudos y amigos, y, aunque olvidado al poco tiempo, a lo menos
habría sido llorado mientras se hubiese conservado mi memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario