-La
suerte fue tan favorable a mis púdicos instintos, que a los treinta años aún no
había
pasado
los ojos por ninguno de esos peligrosos libros que una elegante mujer de mundoencuentra incómodos porque sólo pueden leerse con una mano.
-Este
cariño por los objetos imaginarios y
la
facilidad de embeberme en ellos acabaron de disgustarme de cuanto me rodeaba ydeterminaron este amor a la soledad, que desde entonces jamás me ha abandonado.
-En
el seno de mi religión, de mi patria, mi familia y mis amigos, habría vivido
tranquila y dulcemente, cual convenía a mí
carácter,
en la monotonía de una ocupación grata y de una sociedad propia para mi
corazón.Habría sido buen cristiano, buen ciudadano. Buen padre de familia, buen artesano; en
resumen: un hombre de bien. Hubiera vivido satisfecho de mi profesión, quizá le hubiera
hecho honor y, al final de una vida oscura y sencilla, pero dulce y uniforme, hubiera muerto
en paz, rodeado de mis deudos y amigos, y, aunque olvidado al poco tiempo, a lo menos
habría sido llorado mientras se hubiese conservado mi memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario