lunes, 2 de octubre de 2017

José Lezama Lima (Oppiano Licario)

-¿Lo que más admiro en un escritor? Que maneje fuerzas que lo arrebaten, que parezca que van a destruirlo. Que se apodere de ese reto y disuelva la resistencia. Que destruya el lenguaje y que cree el lenguaje. Que durante el día no tenga pasado y por la noche sea milenario. Que le guste la  granada que nunca ha probado y que le guste la guayaba que prueba todos los días. Que se acerque a las cosas por apetito y se aleje por repugnancia.

-Octroi de Plaisance

-un griego hubiera hecho todo lo contrario, hubiera escogido el protón seudos, la mentira primera, a un daimón que dejase de ser una buena compañía, para ser enemigo en presencia y un amigo en esencia.

-Licario no se había alejado del cenobio, ejercicio y humildad, trabajaba en la via iluminativa y en la purgativa, no sabía si también en la unitiva, pero persiguiendo un desarrollo goethiano se hacía pasar por un sarabaíta giróvago. Los sabrabaitas, ablandados a la manera del plomo, juran fidelidad al mundo y a Dios.

-San Buenaventura estudia las relaciones entre el paraíso terrestre y el celeste. Lo que se oye en el paraíso celeste no se puede repetir en el terrestre, “oyó palabras inefables que no es lícito a un hombre el proferirlas”.

-Caminar en el espacio imago es el continuo temporal. Seguir ese continuo temporal engendrado por la marcha, es convertir lo increado en el después, la extensión progresiva fijando una cantidad novelable.

-Licario causaba la impresión final de un magnífico pobre diablo perdido en una ciudad de incógnito.

-Licario sabía que no había secretos pero sabía también que había que buscar  esos secretos.
-con deleitable facilidad la camerata se sacralizó.

-si no fuera por ese Eros del conocimiento que la es la sombra de la poesía, de nuevo un organismo viviente que viene a dormir a la sombra de un árbol, seríamos locos y no mitos para ser cantados por los efímeros venideros.

-yo sé que usted no se sorprende, pues tanto usted como Cemí y Foción, tienen muy asimilado que todo conocimiento verdadero culmine en delirio. Pero eso sí, el delirio no puede ser otra cosa que la normal comprensión de la respiración.

-la precisión con que transmite este pequeño fingimiento, era lo que Licario llamaba la alquimia del nacimiento póstumo. El recuerdo es un homúnculo, solía decir.

-mundo subterráneo de Francesca Giustiniani

-súmula, nunca infusa, de excepciones morfológicas, de Licario

-el más poderoso recurso que el hombre tiene ha ido perdiendo significación profunda, de conocimiento, de magia, de salud, para convertirse en una grosería de lo inmediato. (sobre la poesía)

-la imagen crea nuestro cuerpo y el cuerpo segrega imagen, como el caracol segrega formas en espiral inmóvil, que es el cielo silencioso de los taoístas.

-para mí no hay más que cuerpo e imagen.

-aquellos tiempos (…) desde el rosetón pitagórico hasta los cultos de Mitra, o en los que Shakespeare dominaba todo el teatro medieval, han pasado. Hay que llevar la poesía a la gran dificultad, a la gran victoria que partiendo de las potencias oscuras venza lo intermedio del hombre.

-hay que volver al enigma –comenzó a decir Fronesis- en el sentido griego, es decir, partiendo de las semejanzas llegar a las cosas más encapotadas. Hay que volver a definir a Dios partiendo de la poesía.

-y después los trabajos del poema cúbico. En fin, la total victoria de la poesía contra los entrecruzamientos del caos.

-ya desde los griegos, todo lo perdido busca su vacío primordial, se sacraliza.

-si un hombre se ha pasado su larga vida leyendo las mejores obras, pero no ha leído El gran Meaulnes, La Eva futura, Al revés, Mono, su gusto vacila, como un gourmet que no hubiera probado la piña.

-ese primer estante despierta el paladar de la curiosidad;  el segundo comprende lo que yo llamo el horno transmutativo, el estómago del conocimiento, que va desde el gusto al humus; el tercero, trata del espacio tiempo, con lejanas raíces en las bromas lógicas de los megáricos o en el tiempo aporético o eleático.

-leyendo a Musil, le parecía que estaba en pleno siglo XVIII, como le gustaba apreciar las semejanzas entre el negrito Solimán y el amigo Zamora de la du Barry.

-el misterio  de la vida de Oppiano, la constancia de su compañía y su recuerdo, creaban en ella un aire diferente, una atmósfera que surgía de pronto y que parecía envolverla como una nieve lejana que llegaba hasta ella en avisos raros y  presagiosos.

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