-yo sólo le contesté que hay 810 tabernas en Madrid
-(manolas) pelando unas naranjas con un desenfado singular
-algunas cortinillas vergonzantes dejan adivinar otros estímulos al más perseguido de los sentidos.
-en el comedio del último trozo de la calle de Toledo...
-es cosa averiguada sus dos siglos y medio de antiguedad
-el banco templador sobre el que suelen pasar las siestas jugando al truquiflor y la secansa.
-una estampa del Dos de Mayo o del Juicio Final, pegada con miga de pan en el comedio de la pared.
-tilburí, carroza, bombé, calesín, simón, carretela, cabriolé...
-como los carruajes van despacio y los elegantes no tienen coche tomarían muy a mal el ser confundidos con la multitud
-la extensión del Paseo del Prado proporciona la ventaja de volverse a encontrar varias veces durante la tarde con un periodo ni tan corto que fatigue ni tan largo que enoje o haga olvidar.
-si yo buscaba las estrechas y remendadas losas iba haciendo pasos vascos, impelido por la suavidad del lodo reposado sobre ellas
-grupos de mozo de cordel repartidos por las esquinas, que cargarían con media casa si alguno se lo mandase, y formaban escrúpulo en alargar su mano ni ofrecer el menor auxilio a los pasajeros.
-entregado al coraje y a una violenta tos, que muy pronto conjuró contra mí a todos los perros que han sobrevivido a la persecución del verano pasado.
-las riñas de los aguadores de las fuentes para tomar vez para llenar.
-los muchachos que venden candela y suelen arrimarla a quien no la solicita.
-silenciosa embestida de los bombés facultativos.
-llaman al ligero valenciano, que con sus enagüetas blancas y pañuelo a la cabeza y su garrafa a la espalda cruza pregonando: Guá e sebá fria.
-otros, medio hombres y medio esquinas, ocupan las encrucijadas de las calles y presencian a pie firme el paso de la concurrencia.
-todo es tranquilidad en el dilatado recinto que media desde el Monasterio de las Salesas hasta el Seminario de Nobles.
-las enormes galeras de los ordinarios valencianos y andaluces, que salen para hacer noche en la venta de Villaverde; los calesines, que esperan flete para los Carabancheles; el barbero que rasguea su vihuela a la puerta de su tienda.
-por manera que el primer rayo de la luna servía de señal al último reflejo del último farol
-mozos y lacayos, que mataban el tiempo cambiando la calderilla a las sublimes combinaciones de la brisca o durmiendo al dulce influyo del mosto bienhechor.
-este diálogo animado se estereotipa en la imaginación de todos los concurrentes.
-todas las cosas, a ratos/ tienen su remedio cierto:/ para pulgas, el desierto; para ratones, los gatos
-nuncio de la vida, ángel de la muerte
-un apuesto galán embozado hasta las orejas y tan profundamente distraído en sabrosa plática con un bulto blanco que asomaba a un balcón, que no echó a ver nuestra llegada
-era Colás el investigador de misterios escondidos entre el polvo y la inmundicia
-las tiendas de aguardiente se entreabrían ya para ofrecer su alborada a los mozos compradores; los ancianos piadosos seguían el misterioso son de la lejana campana que anunciaba la primera misa.
-acompañábanla otras tres mozas, que si la desmerecían en hermosura la igualaban por lo menos en desvergüenza y a pocos pasos las seguía un grupo de majos de chaqueta y vara, a quienes ellas tiraban panecillos por encima del hombro.
-zaquizami
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-(manolas) pelando unas naranjas con un desenfado singular
-algunas cortinillas vergonzantes dejan adivinar otros estímulos al más perseguido de los sentidos.
-en el comedio del último trozo de la calle de Toledo...
-es cosa averiguada sus dos siglos y medio de antiguedad
-el banco templador sobre el que suelen pasar las siestas jugando al truquiflor y la secansa.
-una estampa del Dos de Mayo o del Juicio Final, pegada con miga de pan en el comedio de la pared.
-tilburí, carroza, bombé, calesín, simón, carretela, cabriolé...
-como los carruajes van despacio y los elegantes no tienen coche tomarían muy a mal el ser confundidos con la multitud
-la extensión del Paseo del Prado proporciona la ventaja de volverse a encontrar varias veces durante la tarde con un periodo ni tan corto que fatigue ni tan largo que enoje o haga olvidar.
-si yo buscaba las estrechas y remendadas losas iba haciendo pasos vascos, impelido por la suavidad del lodo reposado sobre ellas
-grupos de mozo de cordel repartidos por las esquinas, que cargarían con media casa si alguno se lo mandase, y formaban escrúpulo en alargar su mano ni ofrecer el menor auxilio a los pasajeros.
-entregado al coraje y a una violenta tos, que muy pronto conjuró contra mí a todos los perros que han sobrevivido a la persecución del verano pasado.
-las riñas de los aguadores de las fuentes para tomar vez para llenar.
-los muchachos que venden candela y suelen arrimarla a quien no la solicita.
-silenciosa embestida de los bombés facultativos.
-llaman al ligero valenciano, que con sus enagüetas blancas y pañuelo a la cabeza y su garrafa a la espalda cruza pregonando: Guá e sebá fria.
-otros, medio hombres y medio esquinas, ocupan las encrucijadas de las calles y presencian a pie firme el paso de la concurrencia.
-todo es tranquilidad en el dilatado recinto que media desde el Monasterio de las Salesas hasta el Seminario de Nobles.
-las enormes galeras de los ordinarios valencianos y andaluces, que salen para hacer noche en la venta de Villaverde; los calesines, que esperan flete para los Carabancheles; el barbero que rasguea su vihuela a la puerta de su tienda.
-por manera que el primer rayo de la luna servía de señal al último reflejo del último farol
-mozos y lacayos, que mataban el tiempo cambiando la calderilla a las sublimes combinaciones de la brisca o durmiendo al dulce influyo del mosto bienhechor.
-este diálogo animado se estereotipa en la imaginación de todos los concurrentes.
-todas las cosas, a ratos/ tienen su remedio cierto:/ para pulgas, el desierto; para ratones, los gatos
-nuncio de la vida, ángel de la muerte
-un apuesto galán embozado hasta las orejas y tan profundamente distraído en sabrosa plática con un bulto blanco que asomaba a un balcón, que no echó a ver nuestra llegada
-era Colás el investigador de misterios escondidos entre el polvo y la inmundicia
-las tiendas de aguardiente se entreabrían ya para ofrecer su alborada a los mozos compradores; los ancianos piadosos seguían el misterioso son de la lejana campana que anunciaba la primera misa.
-acompañábanla otras tres mozas, que si la desmerecían en hermosura la igualaban por lo menos en desvergüenza y a pocos pasos las seguía un grupo de majos de chaqueta y vara, a quienes ellas tiraban panecillos por encima del hombro.
-zaquizami
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